My IPA – Serapio Marcano


Cómo llegué al psicoanálisis de la IPA

En mi historia de vida siempre ha estado presente la curiosidad y el no conformarme con las explicaciones dogmáticas que tienen que proponerse y aceptarse como un acto de fe. Esto me llevó a entusiasmarme cuando en mi adolescencia descubrí, entre otras cosas, en los libros de Freud La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vida cotidiana, una forma de pensar más allá de la fe y los dogmas. Asimismo, fue un alivio encontrar en el libro La personalidad neurótica de nuestro tiempo de Karen Horney, un reflejo de mi estado emocional. Estos descubrimientos generaron mi interés por el psicoanálisis.

Cuando ingresé a estudiar medicina a mediados de los años cincuenta, busqué ayuda en los psiquiatras de la universidad para entender y modificar lo que me perturbaba de mi personalidad neurótica, pero fue una experiencia frustrante y entendí que no tenían la capacidad para acompañarme en mi propósito. 

Más adelante tuve la fortuna de tener como profesor de Patología Médica al sabio Rafael Hernández Rodríguez, quien me atendió como médico en mi adolescencia y me dejó un impacto emocional, pues, luego de examinarme lo oí tocar el violín y al terminar, la molestia que sentía había desaparecido.

Estando en mi formación médica me lo encontré como profesor de patología médica. Sus clases eran una enseñanza sobre la relación entre cuerpo-mente y su entramado emocional con lo social. Pero supe después que había estudiado autores psicoanalíticos. 

En Venezuela no existía el psicoanálisis como disciplina ni había psicoanalistas. Fue cuando al terminar mi residencia médica en el interior del país y me vine a Caracas decidido a estudiar psiquiatría, cuando empezaron a llegar.
La psiquiatría que se enseñaba hasta entonces era de orientación biologicista y fenomenológica. En 1964, estaba comenzando el primer curso formal de Psiquiatría de orientación psicoanalítica, cuyos organizadores fueron Hernán Quijada, primer psicoanalista venezolano formado en Francia, Brasil y Colombia, y César Ottalagano, psicoanalista argentino emigrado a Venezuela. 

Me encontré con los textos de Freud, Numberg, Aichhorn y otros, también estaban incorporándose psicoanalistas y psiquiatras con orientación psicoanalítica formados en Argentina, Inglaterra, Chile, México y Canadá.

Escuché a la psicoanalista Marie Langer en una conferencia sobre la Vocación, que me llevó a confirmar mi inclinación hacia el psicoanálisis.  Además, inicié psicoterapia con uno de los psiquiatras dinámicos recién llegados y luego participé en un grupo terapéutico con el profesor de Psicoterapia de Grupo. Me quedó el recuerdo de un psiquiatra social español, residente en Suiza, de apellido Tosquelles, que nos habló de su experiencia en Comunidades terapéuticas, lo que sumó mi interés por el funcionamiento grupal. Al mismo tiempo yo trabajaba en una institución con adolescentes, en la que tuve la oportunidad de recibir un curso impartido por la psicoanalista francesa Madame Anne Schützenberger sobre Psicodrama de orientación psicoanalítica.  
La formación psiquiátrica finalizó en 1967. Se abrió el proceso de aplicación para la formación psicoanalítica, concursé y quedé seleccionado junto a mis otros compañeros de la primera camada de psicoanalistas formados en Venezuela: Jesús Fuenmayor, Alejandro Sanz Castrillo y José Meliá. En esa etapa viví el impacto de una dinámica institucional que de alguna manera me remitió a la experiencia infantil de ser de nuevo primer hijo con unos padres simbólicos a los cuales yo también tenía que acompañar a ser padres analíticos. Esto nunca deja de estar carente de tensiones para todos. Siempre he cuestionado la enseñanza dogmática y autoritaria y de ella no está exenta la formación psicoanalítica. 

Continué la formación pensando que cuando yo asumiera roles docentes y administrativos en la IPA, trataría de que toda propuesta a trabajar fuese pensada. Así he intentado hacerlo desde entonces, siendo mi decisión pertenecer y permanecer en ella en tanto me ofrece la posibilidad de un continuo aprendizaje e intercambio con colegas en un ambiente predominante cordial. 
La Institución de la IPA es un grupo de la cultura y sabemos, como lo dijo Freud en Psicología de las masas: “somos constituidos como sujetos desde un Otro (resaltado mío) de la cultura” la que nos hace, nos hacemos y hacemos; con el mandato implícito de no saber de la condición de ser sujetos sujetados. Por eso me dejó una huella que perdura cuando escuché a Leo Rangell en el Congreso realizado en Caracas cuando dijo que en vez de llamar psicoanálisis a lo que hacemos, deberíamos llamarlo bio-psico-socio-externo-interno-analítico-sintético. 

Cómo y porqué he permanecido en la IPA

Después de terminar la formación ingresé como miembro de la IPA en 1974 y he continuado comprometido con el psicoanálisis en lo privado, en sus diversas aplicaciones y en lo institucional, asumiendo también responsabilidades administrativas tanto en la IPA como en diversas instituciones psicoanalíticas de pertenencia, siempre con el criterio de promover el trabajo de grupo como una función de un equipo con diversos roles de sus miembros. He sido elegido como presidente de la Asociación Venezolana de Psicoanálisis y de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, fui representante por Latinoamérica como miembro de la Casa de Delegados en la IPA y en el año 2004 fui elegido presidente de FEPAL, con el valioso apoyo de los colegas que me acompañaron en esa función. 

He trabajado por la divulgación del psicoanálisis y por su inclusión en las universidades y he aceptado los retos que ello implica, lo cual no está tampoco exento de que surjan tensiones tanto en lo personal, internas y/o íntimas, como con los diversos vínculos del contexto donde se desarrolla nuestra existencia profesional. 

Ser miembro de la IPA me ha suministrado, en lo personal y en lo institucional, el mejor apoyo para mi realización como un ser humano que también busca hacer aportes a otros, tanto individual como colectivamente, en pro del alivio de sus malestares y sufrimientos.